Y ha pasado un año, un año desde que escribí aquel texto de mi anterior cumpleaños. La felicidad no revosaba en mi, no puedo decir que ahora lo haga. Rio. Sonrio. Pero en realidad, me falta algo. Me faltan días de risa. Me faltan días sin preocupaciones, días sin enfados y sin malas caras con las que mirar a los demás por una tontería. Me faltan las locuras, los días de dejar la cabeza en el aire, sin pensar, ¡a lo loco! En realidad... me faltas tú. Pero hoy no es tiempo para lamentaciones, ni mucho menos mañana. No me gusta lamentarme, es como arrepentirme de algo, prefiero buscarle el lado positivo al asunto o una buena escusa para un "porqué". Asique diré que no es que a veces no piense con mis futuros dieciseis, sino que a veces, ni pienso. Mi corazón, le gana a la razón, al deber.
Faltan horas, escasas y largas horas. Me esperan unos dieciseis, duros y llenos de buenos momentos, supongo, y Madrid. Una calle entera llena de tiendas y un monedero un poco más abultado de lo normal. En realidad, no es de mucho agrado tenerme que ir a kilómetros de los mios el mismo día de mi cumpleaños, pero sin más remedio, así es. Me gustaría tirarme toda la tarde a su lado, besandolo y abrazandolo hasta que no le quede cara ni piel ni tan siquiera huesos a los que poderme agarrar bien fuerte y sentirme en lo alto de una montaña con toda la brisa en la cara, tocando un nube. Al fin y al cabo, sentirme feliz. VOLAR. Una vez más. Tú no te preocupes. Cuando vuelva te cogeré con más ganas. Muchas más ganas.
Y con ellas, la fiesta me la monté ayer...
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